sábado, 14 de julio de 2012

SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA LIBERTAD DE INFORMACIÓN (Parte 4 de 5)

1789 - LIBERTÉ, ÉGALITÉ, FRATERNITÉ.

Un lema que se originó en la Revolución Francesa y permanece hasta hoy, convertido en lema de la República Francesa. Esas palabras encierran la esencia de lo que fue ese evento que cambiaría la historia mundial. Era lo que impulsaba a los revolucionarios; el grito de libertad, igualdad y fraternidad, que sería escuchado en el mundo entero, era también por la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa.

Producto de esa revolución vio la luz la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano; en el artículo 11 dice: “La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciados del hombre; todo ciudadano puede, por tanto, hablar, escribir e imprimir libremente, salvo la responsabilidad que el abuso de esta libertad produzca en los casos determinados por la ley”.[1]

Unos años antes de la revolución y, cómo producto –entre otras cosas– de la total censura sobre la prensa escrita, salieron a la luz protestas de personajes influyentes en la prensa y cultura francesa así como hechos que preparaban el camino para el suceso central de 1789.

Uno de los personajes que influenciaron esos tiempos fue Charles-Louis de Secondat, Baron de la Brède et de Montesquieu, pensador, político y filósofo, una de cuyas obras principales fue el Espíritu de la Ley. En ella, entre otros temas, se refiere a dos elementos capaces de afectar a los ciudadanos y corromper una democracia: el espíritu de desigualdad y el espíritu de la extrema igualdad (Libro VIII, 2, 3)[2] El primero se da, según Montesquieu, cuando los ciudadanos no logran identificar sus intereses con los intereses de su país y, por lo tanto, buscan alcanzar sus intereses a expensas de los demás ciudadanos para lograr el poder sobre ellos. El segundo de los nombrados se presenta cuando el pueblo ya no está contento de ser iguales como ciudadanos, sino que desean ser iguales en todo aspecto dentro de la sociedad.[3]

En lo que planteaba Montesquieu se encuentran implícitas las libertades de expresión y prensa que el absolutismo francés se había encargado de anular en beneficio propio y para mantener controlada a la opinión pública; sin embargo, a pesar de esa represión se incrementaron las publicaciones clandestinas.

A partir de la Revolución Francesa se incrementó el número de publicaciones, tanto de libros como de gazettes, la prensa entró en apogeo. Empiezan a aparecer publicaciones dirigidas al pueblo, uno de los más interesados en recibir la información como producto de la libertad obtenida con la revolución.

LA PRENSA Y NAPOLEÓN BONAPARTE.

Con la llegada de Napoleón al poder, surge una aparente libertad en la prensa que se había consolidado luego de la revolución. Pero esa libertad no pasó de ser algo aparente. Aparece en escena un siniestro personaje encargado de la persecución y represión no sólo en el ámbito de la prensa, sino en todo lo que se oponía al nuevo gobierno; ese personaje llamado Maximilien Roberspierre, instauró lo que se conoció como el Reinado del terror. La labor desarrollada por este personaje resultó nefasta para la prensa y para la labor que cumplía no sólo en informar, sino en contribuir a la alfabetización.

Si bien existía una Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, podemos ver una constante que se repite hasta nuestros días cuando se trata de abusos de poder por parte de quienes tiene la responsabilidad de gobernar y dirigir los destinos de una sociedad. Simplemente ignoraron los derechos declarados con motivo de un importante evento, como lo fue la revolución.

Napoleón conocía muy bien el poder de la prensa, a la que controló a fin de garantizar sus intereses en el poder. En 1803 decretó la censura contra los libros y, en 1811, de la gran cantidad de publicaciones que circulaban, sólo quedaron cuatro periódicos: Le Moniteur Universel, Le Journal de Paris, Le Journal de l’Empire y La Gazette de France.[4]

El primero de los nombrados, a pesar de llegarse a convertir en un diario servil a los intereses de Napoleón, llegó a ser un periódico reconocido por su calidad que incluyo artículos de literatura, ciencias y arte. En este ejemplo podemos ver cómo, a pesar de las mordazas aplicadas por el gobierno, la prensa pudo continuar desarrollándose.

Napoleón fue de los gobernantes que sólo tuvo como horizonte el poder que podía desarrollar en su persona. Acerca de este personaje, el escritor Stendhal escribió: “El general Bonaparte era ignorante en extremo en el arte de gobernar. Alimentado por ideas militares, la deliberación siempre le pareció insubordinación. […] Dar de buenas a primeras al pueblo francés tanta libertad como podía soportar y, gradualmente, aumentar la libertad a medida que las facciones hubieran perdido su ardor y la opinión pública se hubiera convertido en más calmada y más ilustrada, no fue en absoluto el objetivo de Napoleón. No consideraba cuánto poder podía confiarse al pueblo sin imprudencia, sino que intentaba adivinar con cuán poco poder se contentaría. La Constitución que otorgó a Francia estaba calculada, si es que fue calculada, para devolver insensiblemente ese hermoso país a la monarquía absoluta, y no para acabar de moldearlo en la libertad”.[5]

El mismo escritor también nos revela la condición del pueblo francés, también percibida por Napoleón, en la que resalta, según su opinión, la poca valoración y tal vez indiferencia que tuvieron hacia la libertad de prensa. Aquí cito el texto: “ ‘Los franceses’ dijo (Napoleón) por aquel tiempo, ‘son indiferentes a la libertad; no la comprenden ni la aman; la vanidad es su única pasión, y la igualdad política, que permite a todos la esperanza de llegar a todos los puestos, es el único derecho político al que hacen caso’. Nunca se ha dicho nada más acertado sobre la nación francesa. Bajo el emperador, la teoría hacía gritar a los franceses: Por la libertad, mucho más que la necesidad que de ella sentían en realidad. He aquí por qué la supresión de la libertad de prensa tan bien calculada. La nación se mostró perfectamente indiferente cuando el primer cónsul le arrebató la libertad de prensa y la libertad individual. Hoy sufre de manera profunda por su ausencia”.[6] Más adelante, el escritor hace referencia a un Senado servil y un pueblo despreocupado.[7]

Luego de la caída de Napoleón se restaura la libertad de prensa, pero pronto sería abolida nuevamente. En 1830 el gobierno decreta el cierre de todas la imprentas, acto que motivo protestas y enfrentamientos en las calles, lo que originó que el gobierno restaurara la libertad de prensa.

Tal vez por su cercanía a Francia a y los sucesos en ese país, España ha sido uno de los países en lo que se han venido dando continuas luchas por la libertad de prensa, precisamente, por las continuas represiones por parte de los gobernantes de turno.

Luego de los sucesos de la revolución, en España continúan apareciendo los periódicos políticos y se empieza a desarrollar la prensa informativa. Esto trae consigo la mejora de la calidad no sólo en el contenido sino en la presentación de las publicaciones de prensa, hasta que la constitución de 1869 establece la libertad de prensa. Esto causa un gran mejora en los índices de alfabetización en las diferentes ciudades españolas.

En estos años, también en los estados Unidos la prensa estaba logrando un buen desarrollo.


[1] Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano 1789
[2] The Spirit of the Law by Charles de Montesquieu.
[3] Stanford Encyclopedia of Philosophy.  http://plato.stanford.edu/entries/montesquieu/
[5] STENDHAL, Napoleón, Editorial Norma, Bogotá, 2008, p.80 -81.
[6] Ibíd., p.86 (Escrito entre 1817 y 1818)
[7] Ibíd., p.88

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